La oración corazón de nuestra vida religiosa, comunitaria y apostólica, nos permite penetrar en la intimidad con Jesucristo y acoger su amor al Padre y a los hermanos. Nos vivifica para la misión. En un mundo sediento de eficacia, esta oración gratuita es el signo de lo Absoluto de Dios en nuestra vida (Regla de Vida de las Hijas de María Inmaculada I.52)